
In less than a year, Greta Thunberg, a 16-year-old girl, has become one of the most influential people on earth. Her protest, which began with a sign reading, 'Skolstrejk för Klimatet' (Strike for the Climate), is leading environmental activism around the world. Tatiana Pardo Ibarra produced this special report on the role youth play in pushing for action on climate change as UN climate negotiations in Spain came to a close.
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Un viernes del mes de agosto de 2018, Greta Thunberg decidió iniciar una huelga en solitario por el clima enfrente del Parlamento sueco. En menos de un año la joven de 16 años se convirtió en una de las figuras más influyentes en todo el mundo. Desde aquel momento en el que se sentó con una pancarta que decía ‘Skolstrejk för klimatet’ (‘Huelga escolar por el clima’), su nombre se convirtió en un movimiento, uno que reclama estar “en el lado correcto de la historia”.
Con su protesta logró prender la mecha del activismo ambiental en todos los continentes y liderar un movimiento juvenil mundial al que se han unido millones de personas en más de 150 países siguiendo la iniciativa de ‘Friday for future’. Ha generado que la preocupación por la crisis climática sea discusión en las esferas de decisión de las naciones hasta el punto que más de 60 países se han comprometido a reducir a cero la huella de carbono para 2050, por nombrar uno de los muchos logros concretos que ha tenido.
Es decir, el mensaje de Greta, lo que ella representa y la movilización que ha liderado han acaparado la atención de políticos, empresarios, científicos, artistas y periodistas en todo el globo. Por ejemplo, se encontró con el Papa en la Plaza de San Pedro y Bergoglio le dijo: “sigue adelante”. Pero, el mayor ejemplo fue cuando llegó a las Naciones Unidas y se paró al frente de los líderes más poderosos del mundo a decirles: “¡Cómo se atreven!”. Ese mismo día, más de 7 millones de manifestantes en el mundo se tomaron las calles siguiendo su voz de reclamo ante un cambio urgente e imperativo.
“Están comportándose como niños malcriados e irresponsables. No parecen comprender que la esperanza es algo que uno se gana. Y si aun así insistiesen en que estamos ‘malgastando un valioso tiempo de clase’, permítanme que les recuerde que nuestros dirigentes políticos han malgastado décadas con su negación e inacción. Y como es nuestro tiempo el que se acaba, hemos decidido actuar. Hemos empezado a limpiar su desastre, y no pararemos hasta que hayamos acabado”, afirma Thunberg.
Una voz poderosa
Este año Greta se ha convertido en la voz más influyente sobre el mayor problema que afronta la humanidad. “Resolver la crisis climática es el mayor y más complejo desafío al que el Homo sapiens se ha tenido que enfrentar. No obstante, la principal solución es tan simple que hasta un niño pequeño puede entenderla: tenemos que detener nuestras emisiones de gases de efecto invernadero. O lo hacemos o no lo hacemos”, les dijo a un puñado de personas poderosas durante el Foro de Davos, en Suiza. “Cuanto mayor sea su huella de carbono, mayor será su deber moral (...), yo no quiero su esperanza. Quiero que entren en pánico y sientan el miedo que yo siento todos los días. Y entonces quiero que actúen como si nuestra casa estuviera ardiendo, porque lo está”.
La primera vez que Greta escuchó hablar sobre cambio climático o calentamiento global tenía 8 años, siguió investigando al respecto hasta el punto que a los 11 años cayó en una profunda depresión. Dejó de hablar y comer, y en dos meses perdió 10 kilos. Luego le diagnosticaron síndrome de Asperger, trastorno obsesivo compulsivo y mutismo selectivo. “Básicamente, solo hablo cuando lo creo necesario, y este es uno de esos momentos”, dijo.
Greta es un bálsamo para muchos, y un dolor de muelas para otros. A la joven activista de 16 años, que estuvo nominada al Premio Nobel de Paz, le han llovido toda clase de críticas; por su edad, su género, el mensaje y el modo de transmitirlo. Todas las miradas están puestas sobre ella. La ropa que lleva, el transporte que usa, su dieta, la emotividad con la que se expresa; todo importa, incluso su silencio. Y no son pocos los mensajes ofensivos en su contra.
“Sinceramente no entiendo por qué los adultos eligen pasar su tiempo burlándose y amenazando a adolescentes y niños por destacar los argumentos de la ciencia, cuando podrían hacer algo bueno en su lugar. Supongo que simplemente deben sentirse muy amenazados por nosotros”, respondió Greta Thunberg a las críticas hace un tiempo.
Incluso, el miércoles pasado, pocas horas después de tocar tierra en la capital portuguesa, tras haber navegado el Atlántico durante 21 días en catamarán desde Estados Unidos, escribió un mensaje en Twitter al respecto: “Las interminables teorías de conspiración y la negación de los hechos. Las mentiras, el odio y el ‘bullying’ contra los niños que comunican y actúan sobre la base de la ciencia. Todo porque algunos adultos –aterrorizados por el cambio– no quieren hablar desesperadamente sobre la #CrisisClimatica. Esto es esperanza disfrazada. Estamos ganando,” publicó.
De acuerdo con la psicoterapeuta Caroline Hickman, de la Universidad de Bath (Reino Unido), cuando los adultos son desafiados a comportarse como tales por un niño, pueden irse por uno de dos caminos: crecer o defenderse. Se ha argumentado que la mayor parte de la intimidación que recibe Thunberg proviene de hombres conservadores de mediana edad que se sienten provocados por ella y, por lo tanto, responden con misoginia, pero las críticas no solo vienen de poderosos presidentes como Donald Trump y Jair Bolsonaro.
“Generalmente, el tamaño de la defensa refleja el tamaño del miedo. Puede ser razonable asumir que muchas de las personas que atacan a Thunberg y a los huelguistas están aterrorizados ahora,” explica Hickman.
Y, sí, es posible entrar en el pánico del que Greta habla insistentemente. La evidencia científica es una advertencia constante que pone a tambalear nuestro futuro y el de las próximas generaciones. El informe del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC), el principal órgano de expertos encargado de evaluar los conocimientos sobre el tema, señala que la meta de 2 °C planteada en el Acuerdo de París se quedó corta, toca apostarle a 1,5 °C con “urgencia” y de manera “ambiciosa”.
Las cifras que alarman
Ese medio grado centígrado adicional, aunque suena insignificante, en realidad se traduce en un aumento de 10 centímetros del nivel del mar, un océano Ártico sin hielo en el verano, la pérdida total de los arrecifes de coral, además de la pérdida de más de la mitad de los rangos geográficos del 18 por ciento de los insectos de todo el mundo, el 16 por ciento de las plantas y el 8 por ciento de los vertebrados. Esto sin mencionar que un millón de especies podrían desaparecer en las próximas décadas.
Y las alarmas continúan. Vienen de distintas fuentes. La ONU señala que un aumento de la temperatura podría contribuir con 250.000 muertes adicionales por año entre 2030 y 2050 a causa de la desnutrición, la malaria, la diarrea y el estrés por calor.
La OMS indica que, actualmente, 9 de cada 10 personas en el mundo inhalan un aire nocivo para la salud, dejando un saldo de 7 millones de muertes al año por este coctel tóxico que entra a los pulmones (prácticamente, la población de Bogotá). Y, como si no fuera suficiente, el Banco Mundial advierte que, en los próximos treinta años, 140 millones de personas podrían verse obligadas a migrar dentro de sus países. Los eventos climáticos serán cada vez más extremos e impredecibles.
Greta Thunberg, entonces, con su retórica deslenguada, su sinceridad y discurso descarnado y sus argumentos incisivos, ha logrado llevar los miles de páginas de informes con gráficas, a veces con un lenguaje engorroso y difícil de aterrizar a la cotidianidad, a las calles. A los jóvenes. A una generación que se está tomando su presente con rabia. Con indignación. Sin pasividad. Incomodando y liderando masivamente. Se unieron para seguir a Greta, quien insistentemente y sin ínfulas de superioridad moral pide, una y otra vez, “escuchar a la ciencia.”