Twenty countries are going to eliminate coal from their energy sources
SUMMARY: The fact that more than 20 countries decided to stop using coal as fuel to generate electricity made, for many, that the Climate Change Conference, which this year was held in Bonn (Germany) and ended this weekend, make sense It means that the transition to greener economies begins to attract the attention of major powers such as Canada, the United Kingdom, Switzerland, Austria, France and Italy, which unanimously - and after several scientific studies that were presented - recognize that 40 percent of the emissions of greenhouse gases come from the burning of this mineral.
El hecho de que más de 20 países decidieran dejar de usar el carbón como combustible para generar energía eléctrica hizo, para muchos, que la Conferencia de Cambio Climático, que este año se celebró en Bonn (Alemania) y que finalizó este fin de semana, tuviera sentido. Significa que la transición hacia economías más verdes empieza a llamar la atención de las grandes potencias como Canadá, Reino Unido, Suiza, Austria, Francia e Italia, que unánimemente -y tras varios estudios científicos que se presentaron- reconocen que el 40 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero provienen de la quema de este mineral.
“La ciencia es clara: no hay lugar para el carbón en un mundo con 1,5° C más de temperatura. Nuestras sociedades deben contar con fuentes de energía limpias que sean buenas para las personas, sus vidas y sus medios de subsistencia, y también para el planeta”, dijo Manuel Pulgar Vidal, líder del programa global de clima y energía de WWF.
Y es que las últimas investigaciones advierten que para 2030 el carbón deberá desaparecer de la matriz energética de los países de la OCDE, y del mundo entero para 2050, si se quiere cumplir las metas que establece el Acuerdo de París.
Así que tal como le dijo a EL TIEMPO, Isabel Cavelier Adarve, directora de Transforma, le llegó la hora a Colombia de tomarse en serio el tema, planear un futuro sin este mineral y fortalecer otras economías, más renovables y limpias.
“Bloomberg calcula que, al 2040, el 72 por ciento de las inversiones en el sector energía irán a renovables (unos US$ 7 billones). Esto está relacionado con el Libro de Metas que se logró establecer aquí, donde se definió el esquema para empezar a cumplir con los compromisos del Acuerdo de París”, dijo Cavelier.
Durante la COP21, realizada en la capital francesa, se estableció que antes de 2020 los países tendrán que aumentar su nivel de ambición respecto a los compromisos nacionales. En ese escenario, este libro plantea las reglas de juego y da respuesta a las preguntas de cómo, cuánto, a quién, cada cuánto y de qué manera se logrará cumplir con la meta de no aumentar la temperatura del planeta en 2° C con respecto a la era preindustrial.
Según explica Cavelier, aquí Colombia juega un papel importante: “Por un lado, nos abre el espacio para que, como país vulnerable y con mucho interés en que estas negociaciones no se estanquen, logremos que la acción colectiva de la que depende resolver el problema de cambio climático, efectivamente se genere durante los próximos años, pues tenemos un rol de mediadores, ya que no defendemos opiniones extremistas sino que buscamos el consenso”, señaló.
De igual manera, pone a Colombia en el radar internacional y genera mayor presión. “Nos obliga a que el discurso de reducir las emisiones y cumplir con los compromisos, gane un nivel político en nuestra jurisdicción; lo que permite que se generen espacios de discusión para saber cómo vamos y en qué estamos fallando", comenta la experta, quien ha seguido con lupa las negociaciones durante los últimos años.
La financiación, el gran problema
La financiación, que básicamente es la columna vertebral de estas negociaciones, avanzó en ocho de los diez puntos que hay en juego. El futuro del Fondo de Adaptación y las modalidades del financiamiento climático todavía están en la cuerda floja.
“Si el financiamiento no fluye, los demás temas están estancados. Es así de simple y complejo”, le dice a este medio Sandra Guzmán, coordinadora del Grupo de Financiamiento Climático LAC, “Necesitamos reafirmar la existencia del Fondo de Adaptación a través de una estructura más formal, como lo es el Acuerdo de París. Este es un mecanismo poderoso que tienen los países en desarrollo para decirle a los desarrollados: “yo, como nación vulnerable, necesito X cantidad de dinero para invertir en determinado proyecto y quiero saber en qué plazos y bajo qué reglas se puede hacer””.
Por ahora no hay un mecanismo mediante el cual se asegure una predictibilidad de los recursos, sino que se hace de manera voluntaria. Los países potencia deciden cuánto quieren dar y con qué frecuencia. El problema, explica Guzmán, es que este Fondo se está descapitalizando pues hay otros dos (el Fondo Verde del Clima y el Fondo Global para el Medio Ambiente) que acaparan toda la atención.
Según la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC), ahora ingresaron tan solo 45.000 de los 100.000 millones de dólares anuales que los países desarrollados acordaron destinar al Fondo Verde, la chequera que servirá para ayudar a los más vulnerables a financiar proyectos de mitigación y adaptación.
El otro punto tiene que ver con las modalidades de financiación y con el nivel de transparencia con el que deberán hacerse. “La idea es que los recursos vayan aumentando paulatinamente, pero los países desarrollados todavía no quieren hablar de números claros por temor a generar compromisos políticos. Sin embargo, es lógico que los más vulnerables, ante un escenario de desconfianza, quieran asegurar las cifras”, comenta.
Aunque en un mundo ideal todos deberían poder acceder a los recursos de la misma manera, estos son tan escasos que es necesario establecer prioridades. Por eso, explica la experta, urge establecer estrategias nacionales de financiamiento en el que se tengan claras las necesidades, además de un sistema en el que se pueda medir, reportar, verificar y, por supuesto, implementar, cada uno de los compromisos acordados.
“Tuvimos un problema en esta COP, y es que fue tan poco el tiempo que no alcanzamos a negociar la sustancia sino el proceso. Ahora tenemos demasiados temas, es como un globo que en cualquier momento explota si no avanzamos en estrategias que den soluciones concretas”, remata Guzmán.
Sin embargo, la sensación general que queda es positiva. Quienes siguieron de cerca las negociaciones consideran que hubo un avance significativo en casi todos los puntos, pese a los tecnicismos y trabas durante el proceso.
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